En algún momento de la vida nos toca caer, fracasar, perder una batalla, renunciar a algo que amamos con el alma. Llegan situaciones difíciles que no sabemos afrontar, instantes en que se pierde la fe. Caer al suelo sin deseos de levantarse, cuando todo alrededor parece haber colapsado, puede ser una actitud cobarde y equivocada, pero la única que creemos que se puede tomar cuando ya no quedan fuerzas para seguir luchando. Sin embargo, nuestro instinto de supervivencia, nuestra voz interior, la llama que todos llevamos dentro, nos exige levantarnos después de la caída. Siempre hay una razón para no rendirnos, aunque desde el fango y el suelo donde a veces se cae es difícil ver esa ligera luz al final del túnel. Es preciso tomar en cuenta que muchas cosas que suceden en la vida son simplemente para bienestar nuestro y que de una situación negativa siempre se puede sacar algo positivo para seguir creciendo y convirtiéndonos en mejores seres humanos. Aunque suene duro y difícil de entender cuando uno se encuentra mal, pero es cierto, todo en la vida obra para bien propio. ¿Qué alguien nos traicionó? Qué mal pero la vida sigue, solo que descubrimos que esa persona no valía la pena, que lamentablemente no supo valorarnos y que en lo adelante se perderá de disfrutar de nuestra hermosa compañía. ¿Qué algún proyecto que teníamos fracasó? Pues, en hora buena, a trabajar con mayor ahínco para que nuestros próximos planes salgan a la perfección, y a revisar los errores que cometimos para no volverlos a repetir. Todo tiene una salida, después de la caída solo queda una opción: LEVANTARNOS para seguir luchando. No podemos dejarle las cosas a la suerte, creer que un día maravillosamente alguien vendrá a rescatarnos, limpiarnos las manos y echarle la culpa a los demás de nuestro mal… NO, esa no es la solución, seamos responsables de nuestros actos. Es difícil, pero es la pura realidad, cada cual debe aprender a construir su propia vida, a levantarse cada día y comprender que el éxito no se obtiene de la noche a la mañana, que el mismo se conquista tras haber fracasado y luchado contra los vestigios de nuestros errores, tras haber caído y decidido que el suelo no se hizo para los triunfadores.
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